Japón ofrece un estilo simbólico y tradicional. Encontramos en este país lo que fuera creado antaño en los templos y en la corte imperial. Hasta en las más humildes aldeas la Geisha danza representando un cuento de hadas. “Del pascadorcillo”, “De los tres diablos maltratados”, “Del arbolito de abeto de creció de repente y pudo brindarle sombra al Emperador”. La acción, las personas y los accesorios indican o se sugieren. La batalla se señala con un leve pataleo, el esplendor del mar mediante la alegre casería infantil de una mariposa, el agua agitando con un velo verde en la extremidad del abanico, el diablo con los dedos índices sobre la nariz.
Así como el pintor japonés puede mostrar con una leve pincelada cualquier situación o carácter, así también el danzarín puede representar con un abanico todo lo que sea necesario. El danzarín agita el abanico, deja que se deslice con cuidado, lo alza con expresión atenta, ve al pescador de caño, lo levanta cuidadosamente en sus brazos, ve al padre con su tierno hijo, lo adelanta con brusquedad, ve a un hombre que ha abierto la puerta de su casa y mira extasiado el jardín. Despliega el abanico y parece estar leyendo un libro, el abanico gira en el aire y cae; es una hoja desprendida por el viento otoñal, presenta el abanico como henchido por el vierto; es que ha nacido el sol. Estas danzas de gestos expresan ternura y no pueden describirse.
La danza y el teatro van muy unidos en la historia del arte visual japonés, la influencia de la China y la India se hizo sentir en sus orígenes “Gigaku” una danza religiosa que se ejecuta con máscaras, la más remota forma dramática, es de origen Indio. Después de esta “Bugakú” acusa reminiscencias de China, India y Corea.
El teatro clásico Noh, solemne y palaciego es un desprendimiento del Bugaku. El Noh condensa la plástica, la pantomima y el canto teniendo como fundamento la danza. Finalmente el Kabuki es desprendimiento del Noh, del cual es una modernización. Es el teatro popular y encarna el alma misma de Japón y refleja los rasgos de un pueblo. Para la mentalidad occidental resulta difícil comprender procedimientos y peculiaridades que tienen lugar en los escenarios japoneses. Por ejemplo el “Hascaníechi” (sendero de flores) que prolonga el escenario hacia la platea y cuya misión es acercar a los actores a los espectadores. Otra es el Kurumbo u hombre negro que cumple funciones de utilero, maquinista y consulta. Actúa a escondidas y si el público lo alcanza a ver es por accidente. Otra peculiaridad son los hombres para asumir los papeles de mujeres. La ilusión del espectador debe ser perfecta ya que si percibe gestos o inflexiones que denuncien al hombre, este enscagata esta condenado al fracaso.
El Nihon Buyo o danza japonesa comprende tres ramas: “Mai”, “Odori” y “Shosa”. Odori, o sea la danza popular de carácter alegre y ligero se halla vinculado a la tradición kabuki y es en si misma danza pura, empero en ocasiones se la asocia a la pantomima. Un programa Kabuki no resulta completo si no posee una o dos intermedios de Odori. Este tipo de danza es de opuesto contenido emocional; puede afirmarse que cuando se la somete a consideración del público nada queda librado al azar, pues todo se halla perfectamente planeado y estudiado.
El danzarín que generalmente es el propio actor ha aprendido a dominar los músculos de su cuerpo hasta lograr un acabado poder expresivo.
Los danzarines del Kabuki para cumplir con su función se sirven de diversos elementos: sombrillas, flores, las mangas del kimono, pero el preferido es el abanico que posee en manos hábiles un léxico inagotable; si se lo abre y lo cierra sutilmente las plantas florecen y la lluvia cae, si se lo ondula abierto, las mariposas vuelan y un bote se mece sobre el agua y así se indican innumerables estados de ánimo y acontecimientos. Una hoja que cae o la luna que se levanta pueden ser perfectamente interpretadas por un abanico diestramente manejado. La pantomima en su relación con el odori irrumpió en el kabuki por vía del teatro de títeres. Los movimientos de los muñecos eran tan perfectos que los actores los imitaron por medio del baile y la ayuda de un argumento. Hay una marcada diferencia entre las técnicas usadas por el hombre y la mujer en la danza japonesa. Aparte de la natural discrepancia en cuanto a fuerza y suavidad, la técnica masculina exige separación de rodillas y acentuado plié. Por el contrario a las mujeres se las hace danzar sosteniendo una tarjeta en las rodillas mientras que la regularidad en el porte se obtiene llevando una vasija de agua en la cabeza. Los instrumentos que componen la orquesta del kabuki son el samisen (una suerte de guitarra japonesa de sonido estridente e intervalos regulares), el keto (cuerdas), las flautas, los tambores, los ámbalos y los gongs de madera y metal.
Diálogos, monólogos, canto y danza son elementos íntimamente asociados al Kabuki.
El movimiento parece tener su centro en la cintura, las piernas, los brazos y las caderas se mueven con rara armonía y el deslizarse de los bailarines con pasos cortos, apacibles y rítmicos concentra la atención. Lo mismo que la mirada que permanece fija salvo cuando los bailarines profieren voces, oportunidad en que les es lícito mudar de expresión.
Entre los bailes de corte presentó “El mar de Mirai” de gran opulencia y Kapayo Amaka en el que una pareja de enamorados ejecuta filigranas con manos y pies. Entre las danzas populares, escena de la vida cotidiana. Emplea este folklore instrumentos de cuerdas (samsin y kucho) de madera fuerte y de percusión (tambores y sanla) que se expiden pentatónicamente y casi dentro de un microtonalismo. Hay pocos antecedentes acerca de la danza clásica, de la China. Un estudioso, el doctor Mei Lan Fang, actor y bailarín que se mencionó cuando se trató a la coreana Lai-Shoki, efectuó investigaciones para cerrarla.
El teatro chino es un espectáculo de variedades (casi una opereta) compuesto por mímica, canto, recitado y danza.
Esta ocupa posiblemente menos lugar en el contexto de la representación que cualquier otra región oriental. El espectáculo dura varias horas pues se ofrecen varias piezas.
El actor es cantante, acróbata, bailarín, recitador y mimo, en cierta forma un cómico del arte. La técnica cuando danza es diferente para el hombre y la mujer y los papeles responden a 7 tipos perfectamente encasillados (por ejemplo: la vieja digna, la virtuosa, la joven, etc.)
Los trajes indican el temperamento de los portadores (de color amarillo: rudeza; rojo: honorabilidad; blanco: juventud; etc.).
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