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Bienvenidos al Blog de la Danza Clasica (Ballet Clasico)!!

Espero que encuentren aquí todo lo que necesitan para mejorar en este hermoso arte del Ballet; y que nunca dejen de bailar si es lo que los hace felices....

"La danza es el lenguaje escondido del alma"

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El ballet en Rusia

Rusia fue y será la cuna del ballet, de sus escuelas salieron las grandes figuras de la danza y sus mejores coreógrafos.
Tres grandes ballets creados por egresados de la escuela rusa fueron: “El pabellón de Armida”, “Cleopatra” y “El príncipe Igor”.
“El pabellón de Armida”, pertenece a Alejandro Veníos, asombró al público que veía al siglo XVII únicamente a través de Versalles. Era un siglo XVII muy de Europa central, salido de tono, casi duro, más cerca de Peterhoff que del gran Triannon. El decorado se animaba con grandes juegos de agua, subían de derecha a izquierda hasta las cumbres, verdaderos surtidores cuyos sonidos se unían al de la orquesta y cuya frescura chispeante se notaba en la sala. Esos juegos de agua danzaban con los bailarines y eran sumamente graciosos y poéticos.
“Cleopatra”, de León Bakst, era una evocación histórica inspirada en un cuento de Teofilo Gauthier. Bakst y Bencis muy cultos y sabios decían mucho del arte occidental. Se admitió esto cuando nos acostumbramos a sus colores vivos, atrevidos, intrépidos, que se parecían tan poco a los que se empleaban en el teatro en su tiempo en que las peleas y el nombre de Jesscaune eran aparecidos y alabados.
Pavlova, Karsavina, Rubinstein, Nijinsky, bilaban en Cleopatra. Los hombres eran: Nijinsky, Fokine y Bolm. Es de imaginar el efecto sorpresivo, la embriaguez de los ojos y del espíritu delante de ese conjunto incomparable que se revelaba de pronto.
De estos primeros ballets “Igor” es el único que Diaghileff no dejó de representar en San Petersburgo y era el más ruso de todos.
Quizás hubiera sido mejor renunciar a él. Que triste, que melancólico se volvió “El príncipe Igor” de antes, con decorados pobres y polvorientos, honrados, con luces mal distribuídas y bailado sin el transporte de lo etéreo.
Sin duda la revolución que significaron en el gusto y en la estética se preparaba ya confusamente desde principios de siglo. Las exposiciones de miniaturas persas en el Museo de Arte Decorativo son anteriores a las primeras presentaciones del ballet ruso y de las fiestas diurnas, de los colores vivos que los afiches de Leonesso Capiallo ofrecían en las paredes de París precedieron a las fiestas nocturnas de Sergio Diaghileff en el Chatelet o en la Opera.
Reunieron de una vez a los ballets rusos aliándose las más evidentes aspiraciones de la imaginación y de los sentidos. Se pudo entonces hablar muy justamente de un renacimiento. En los artistas rusos de fin de siglo la técnica se sometía a las leyes aprobadas de una tradición occidental. Es cierto, sin duda, que el arte, especialmente ruso de un Veníos o de un Bakst fue implantado y fijado por la civilización. Paso en Rusia a fines del siglo XIX lo que sucedió en Italia en el siglo XVIII cuando el ideal antiguo salió de un prolongado letargo, embrujando los cerebros toscanos. Inmediatamente después de los ballets rusos la imaginación de los artistas occidentales se dejó seducir colectivamente y casi físicamente por esas orgías polícromas, por ese dinamismo de fuerzas coloreadas. Más tarde, por reacción las técnicas artísticas debían de admitir una técnica puramente leal y abstracta.
Para mas de un artista joven la escena de la Opera o del Chatelet mientras fueron ocupados por los decorados y bailarines rusos significaron el comienzo del siglo XX, lo que la Roma antigua había sido para los románticos. Se trabajó según los personajes de Cleopatra y Scheherezade, como se trabaja en el estudio según un modelo vivo, o en un museo según tal o cual tela ejemplar, que confina gustos y alimenta codicias.
Las princesas y esos portadores de cestos, esos esclavos y esas ruinas bajo el lapizlazuli de Cleopatra, eran miradas como Pigmaleón podía haber mirado a Calatea. Se reconocieron milagrosamente dotados de vida los personajes inherentes a los vasos y a los frescos, de los bajorrelieves y de las miniaturas y casi fanáticamente los artistas obedecían al consejo del poeta: “amad lo que veréis solamente una vez” (Vigny).
Pero no se trataba solo de amar decorados y trajes, sino a seres humanos que por el arte de sus danzas y la audacia de sus saltos, se veían ideales a los ojos y al espíritu.
“¡Ah! ¿Quién dos veces verá tu gracia y tu juventud?...” Esto se puede decir a quien fue Arlequín de Campal y el Espectro de la rosa, a la favorita del sultán y reina de Egipto, a la que fue Cloe, Tamara y el pájaro de fuego.

Escuela Rusa

Son varias las escuelas de ballet, pero entre las que más se destacan tenemos: la italiana, la francesa y la rusa; siendo esta última la más importante y donde han salido las figuras más preponderantes de la danza.

Hablaremos ahora de la escuela rusa:
Esta es una institución de suma importancia y para ingresar en ella se toman varios exámenes.
Primero las aspirantes permanecen inmóviles en un amplio salón, los profesores van llamando por nombre, una a una, la joven se adelanta y queda quieta, mientras los profesores dan vuelta alrededor de ella, observándola. Luego le ordenan andar y correr con el fin de juzgar la impresión que causan y ver si tienen gracia y garbo. Luego ponen los pies juntos y observan de este modo las rodillas. Estas pruebas preliminares duran largo tiempo porque se toman de a una, muchas candidatas quedan separadas desde el primer momento.
Luego de las hace formar en fila y se las lleva a la enfermería para someterlas a una revisación médica.
El examen se hace muy completo, algunas niñas son rechazadas por debilidad cardíaca, por desviación de la columna vertebral, etc. Examinan también la vista y los oídos. Luego de este examen el profesor de música las lleva a un salón y las hace cantar una escala a ver si tienen o no oído musical. Verifican después las habilidades que tiene cada una para leer, escribir y cantar.
Los cursos se inician en Septiembre y durante los días que quedan antes de ingresar a la escuela deben preparar su ajuar.
Los dos primeros años las alumnas son internas. Las lecciones de danza se efectúan siempre por la mañana. Las representaciones de ballet se hacen dos veces por semana, generalmente sábados y domingos. Siguiendo la tradición el último acto del ballet es un divertissement y a menudo se introduce allí un baile para que las alumnas se habitúen a la escena.
Después de un examen que se toma en primavera, se las admite como funcionistas. Todas las alumnas de 15 años son peinadas por las camareras, solamente las grandes pueden hacerlo ellas mismas.
Cada mañana deben darse una ducha fría y luego formando cola las sirvientas ponen en orden sus cabellos. Deben luego poner en orden su cama y estar listas en 10 minutos antes que suene la campana, para sentarse frente a la gobernanta que sentada frente a la puerta del reflectorio examina una a una, previa reverencia de las niñas y las hace girar para revisarlas perfectamente bien.
Inmediatamente se visten para la clase de danza y música, que se dictan por la mañana. Luego que toman el desayuno se las llevan a dar un paseo para que tomen aire, el paseo es mas o menos largo según lo que tarden en prepararse. Las destinadas al teatro se las reserva como la peste de todo contacto con el mundo y se las educa en una reclusión casi monacal.
Cuando las alumnas reciben visitas estas le llevan golosinas, enseguida las gobernantes se las quitan y sólo se las dan después de cada comida. Pastelillos, tortas, etc. todo lo que es poco sustancial esta prohibido. La escuela de Moscú tiene un régimen menos estricto que la de San Petersburgo. Las alumnas circulan libremente por la escuela.
En la escuela rusa se estudian también la italiana y la francesa. En esta forma de disciplina casi militar se van cursando los años, que son once, en la Escuela Rusa de Ballet; poco a poco las alumnas van interviniendo en pequeños papeles hasta alcanzar el papel de solista.

Los alimentos de la Escuela Rusa
El menú todo la semana, se fija, en la Escuela Rusa en el cuadro especial del dispensario. La comida es sustanciosa pero todos los menús están estudiados para que las alumnas se mantengan fuertes sin aumentar de peso; si esto ocurre se las somete a régimen estricto y a gimnasia mucho más fuerte. Sólo los domingos se sirven helados y los días de fiesta suprema como regalo, y café con panecillos. El alimento principal es el pescado hervido y también papas hervidas. Las gobernantas que presiden cada mesa cuidan que las alumnas guarden el régimen que les corresponde y que no coman a hurtadillas dulces o golosinas que les llevan los familiares cuando las visitan.
Como bebida toman té, durante el almuerzo y la cena no toman mas que té, lo mismo que a la mañana en el desayuno y a la tarde.
Luego de cada comida tienen un corto descanso pero no acostadas, esto es perjudicial para los músculos y para engrosar, tienen un recreo en que las alumnas estudian o conversan sobre las tareas a tratarse ese día.
Las que son elegidas para actuar no comen con sus compañeras; durante el día no prueban nada y sólo si tienen mucha sed toman una taza de té, y luego al regresar del teatro comen lo que han comido sus compañeras, siempre bajo vigilancia.

La escuela de Danza de Moscú: dos siglos de danza
La escuela de ballet de la Academia Coreográfica de Moscú, festejó ya sus dos siglos de vida (1975). En esa ocasión, no sólo se fundó la escuela sino también el primer ballet artístico profesional en Rusia. De ese establecimiento salieron figuras como Maia Plissetskaia, Raisa Struchkova, Elena Ryabinkina, Maris Liena, Nikolais Padeyechev, Ekaterina Maksimova y otras, siendo fundamentalmente el papel jurado por el de la Academina Coreográfica de Moscú en el desarrollo de la danza rusa, uno de los baluartes mundiales del ballet. En una tranquila calle lateral, cercana al dique del río Moskova, se levanta un gran edificio de destellante fachada. El mismo alberga a las 20 salas de ensayo, el inmenso gimnasio, la sala de teatro con capacidad para 400 espectadores, un dispensario y las habitaciones para estudiantes de la Escuela de Ballet de Moscú. Su aspecto es realmente el de un palacio de cuentos de hada y, por lo tanto no debe sorprender el encontrarse en los pasillos con Cenicienta, Coppelia o la Princesa Aurora. La historia se remonta a 1774, cuando en la escuela pupila de Bellas Artes se introduce un curso llamado “Principios de danza teatral”. Por aquella época sólo un maestro italiano dictaba esa materia: hoy enseñan en la escuela mas de 100 profesores de danza, Posteriormente las clases quedaron a cargo del Teatro Petrovsk (hoy conocido mundialmente como el Bolshoi).
Los mayores triunfos del ballet de Moscú antes de 1917, están conectados con el nombre de Alexandra Gorsky, quien se hizo cargo de la escuela también después de ese año. Junto con Vasili Tikhomirov, otro gran maestro de danza, Gorsky preparó a la primera generación de bailarines soviéticos, entre ellos los renombrados Olga Lepeshinskaya, Asaf Messerer, Igor Moiseyev y su más antigua alumna Ekaterina Geltser. Actualmente estudian en la escuela cerca de 600 alumnos, muchos de los cuales vienen desde los más distantes rincones del país, ya que existen habitaciones para hospedar a 300 pupilos. También estudian aquí futuras estrellas de distintos países. En pequeños y agradables dormitorios en el tercer piso del edificio se puede encontrar junto con un par de zapatillas de baile, en los dormitorios de los más pequeños, muñecas y juguetes traídos del hogar. Los niños se acostumbran rápidamente a la vida en la escuela y en poco tiempo los ensayos y el estudio se convierten en su tarea fundamental. El día en la escuela de ballet de Moscú es más largo que en cualquier otro establecimiento de enseñanza. Las lecciones terminan al anochecer y aún después algunas horas son dedicadas a ensayos y representaciones. Naturalmente, la principal atención esta enfocada en la enseñanza de la danza clásica, pero también hay clases de caracteres de la danza, danzas históricas, ensayos de pas de deux, clases de representación y piano. Además de todas las materias ordinarias de enseñanza primaria y secundaria los alumnos cursan historia del teatro, música, ballet y bellas artes. Al graduarse reciben diploma del ciclo primario y secundario completos, 7 años de educación musical y por supuesto el de bailarines profesionales.
“Nosotros no preparamos a simples bailarines, sino individuos cultos, educados; formamos artistas, no artesanos” dice Sofía Golovkina, actual subdirectora de la escuela. Los alumnos conocen la ardua labor que significa montar un espectáculo que parece sencillo a los ojos de la audiencia; pero también conocen la emoción y excitación que se vive al entrar en escena. Las producciones independientes de la escuela han ganado un firme lugar en las carteleras del teatro Bolshoi. Miles de pequeños han concurrido en las matinés de los domingos a presenciar espectáculos como Tspetik-Semitspetiken en el cual participan alumnos desde los primeros a los últimos cursos; o cuentos de hadas rusos, basados en cuentos de Pushkin o Nuestro Patio, una moderna producción con música de Tikhon Trennikow.
En una reseña escrita para una revista el poeta Mikahail Matusovsky dijo del espectáculo Cuentos de hadas rusos: “En el todo parece bailar barrilitos y barriles, samovares y copas, gallinas y gallos”. Es una vieja tradición de la escuela realizar una gira anual por distintas partes del país. Por ello los estudiantes compiten durante todo el año para tener el honor de ser elegidos. Durante una entrevista recientemente ofrecida a un reportero de la revista Sputnik, el director de la escuela, Maxim Martirosyan, habló sobre los requisitos exigidos a los niños que desean inscribirse en la escuela y sobre el programa de enseñanza que se desarrolla. “Cada año examinamos alrededor de 200 niños y niñas entre 8 y 10 años. Como sólo hay 90 vacantes, éste resulta muy estricto. Durante el verano nuestros maestros viajan a lo largo y ancho del país para buscar jóvenes figuras en escuelas de danza y clubes de fábricas. Los que se destacan reciben una invitación para concurrir a la escuela y someterse a una prueba”-dijo Martirosyan.

Sobre algunos colaboradores del ballet Ruso
Al enterarse Diaghileff de la enfermedad de Nijinsky, propuso a los acompañantes de él que fueran a verlo, pero reflexionando juzgó preferible llevarlo al teatro la noche que se bailara “Petroushka”, desde que Nijinsky dejara la compañía en 1913 no se había vuelto a ver. Diaghileff dijo que en un comienzo tomó un aire turbado y desconfiado, se imaginaba rodeado de celadas y hostilidades y no quería entrar en escena antes que un hombre empleado de él hubiera revisado las trampas y comprobado que no habían arrojado vidrios molidos sobre el tablado. Pronto hubo de verse perseguido por el temor, su memoria se borró completamente, perdió toda la noción de su identidad, su martirio había concluído. Comenzaba el de sus familiares y amigos, debería ser atroz repetirle sin cesar su nombre cada vez que se trataba de reanimar en él una chispa de inteligencia. Las tristes letanías no ejercían ningún poder. Luego de un período de penosas -aunque inofensivas- excentricidades, Nijinsky se sumerge en una apatía total y no habla, por así decirlo, nunca más. “Esta de buen humor esta noche, parece contento de asistir a la representación”, dijo Diaghileff, “espérenle en el escenario”, esto ocurría durante el entreacto que precedía a Petroushka, el decorado estaba armado y los artistas en su sitio. Por un momento se esperó que ese decorado familiar y el traje con que estaba vestida la primera bailarina despertaran la memoria del cerebro quebrado de Nijinsky. La multitud de los artistas se apartaron cuando vieron sus ojos vagos, y algunos se adelantaron para besarlo, su rostro se iluminó con una sonrisa tibia y miró fijamente a los ojos de quienes se le acercaban. Nadie se atrevía a hablarle por temor a quebrarle sus ideas. Todo quedó en silencio, entonces alguien lo llamó por su nombre “Vatza”, inclinó la cabeza y se dejó llevar sin resistencia ante los fotógrafos. Llevaron a Nijinsky a su palco y Diaghileff volvió a hablar más tarde con él, había pronunciado algunas palabras esa noche “¿Quién es ese?”, preguntó cuando Sergio Lifar entró en escena y cuando le explicaron que era el primer bailarín Nijinsky agregó después de una breve pausa “¿Sabe saltar?”, un vacío muy triste se hacía sentir en la compañía rusa al no estar Nijinsky en ella. En esa época el ballet ruso contaba con un celebre bailarín llamado Polm?? y estaba en el apogeo de su talento. Fokine había realizado una obra maestra poniendo en escena “El Gallo de Cro”. Luego más adelante Massine debutó en el ballet ruso desempeñando como principal papel el de José en el ballet “La leyenda de José”, su falta de entusiasmo transmitía un patetismo especial. Más tarde se reveló como un maestro exigente en el “Sombrero de tres picos”, poseía una destreza sorprendente y una madura precocidad, un extraordinario sentido de la escena lo señalaba como un coreógrafo de primer orden. Su conocimiento completo de la danza española asombró a todos. Durante la estada de los ballets rusos en España, Massine había tomado lecciones con Felix, experto consumado en bailes nacionales. Felix fue arrastrado a Londres para que continuara dándole lecciones. Manuel de Falla, músico exquisito y modesto, se parecía a un retrato de El Greco, no juzgaba disminuirse por acompañar a los bailarines en el piano durante los ensayos. Pianista magnifico había cantado a Ronche, director de la Opera, por la manera como ejecutó la partitura del ballet “El amor brujo”. Manuel de Falla es un genio felizmente inspirado en las fuentes de su propio país. Su obra es de importancia internacional, pero a pesar de todo quedará antes que nada como expresión del género de su raza, Pablo Picasso, siempre en busca de nuevas formas de expresión, nunca perdió de vista el dominio de la línea. Muchas personas se echaron a reír al mirar sus tentativas más audaces y se creyeron capaces de poder dibujar ellos también así, olvidando que solamente Picasso, grande en el sentido del trazo, preciso, fuerte y delicado podía tenerlo. Picasso agrega un sentido completo del teatro y sus exigencias, conoce la fórmula sólida y breve de la composición y crea el neoromanticismo, que nada tiene de sentimental. En el momento que ensayando El sombrero, Picasso había terminado todos los trajes y los creaba sobre las bailarinas para lo cual iba siempre a verlas ensayar. Muchos son los grandes maestros que desde tiempo inmemorial colaboran con el ballet, artistas de toda índole, pero al estudiar el ballet ruso, que es sin duda el mejor del mundo, el que ha servido de guía a todos los otros ballets, estudiando también a los principales colaboradores que han trabajado, que han dedicado parte de su vida a obtener un éxito rotundo en las representaciones en distintas partes del mundo, tanto en la escuela como en el ballet ruso deben servir a todas las personas como ejemplo de quienes se dedican a este maravilloso arte que es la danza, pero que esta lleno de sacrificios.

Compañía de Ballet Ruso en Paris
En el año 1909 se asiste a la invasión de la Europa Occidental por el arte Ruso. Un ruso hubiera dicho simplemente Europa para designar a la comarca al oeste de su frontera, pues instintivamente se clasificaban aparte. Se sabía poco de ellos en el extranjero. Algunos raros y encantadores representantes de su raza habían sido muy bien acogidos en nuestros países, pero el conjunto de esta nación continuaba siendo para el extranjero un país bárbaro. Se han preguntado a menudo estos habitantes de Rusia si su historia se estudiaba en el extranjero, tanto como entre ellos la historia de otros pueblos, con excepción de la China, porque la ignoraban pero no tanto como Europa ignoraba a la rusa. Rusia salvaje y refinada, primitiva y decadente, país de gran cultura y asombrosa ignorancia. La manifestación más alta del temperamento complejo y ardiente era el arte ruso; era apenas sospechado fuera de este país. Un año antes Diaghileff había organizado en París algunas representaciones de Boris Godunof. Formaba ahora una compañía de ballet y de opera para lograr una temporada en París. Naturalmente tal situación era muy discutida en el ambiente. Había ya el ejemplo de pequeños conjuntos que iban a bailar en el extranjero precedidos por una estrella. Estos esfuerzos, restringidos intentados por intermedio de fortunas suficientes tienen más bien un carácter comercial. Nunca se había concebido un proyecto tan ambicioso como el de Diaghileff. Nadie creía que Rusia podía marcar con un sello el arte europeo. Pero la idea del célebre Diaghileff triunfó, pusieron a su disposición el teatro del Ermitage y allí comenzaron los ensayos. Lacayos de la corte le llevaban té y chocolate durante el descanso de los artistas. De pronto terminaron los ensayos, hubieron días de ansiedad, durante los cuales circularon los rumores anunciando el fracaso de la compañía, pero esto duró poco; luego comenzaron los ensayos en los teatritos del “Espejo deformado”. Durante el ensayo el regisseur (Diaghileff) rogó a los artistas que pasaran al foyer para tomar unos refrescos, fue en ese momento que pronunció unas palabras: “Aunque el apoyo prometido me ha sido retirado, nuestra empresa no sufrirá por ello, el animador no se fía en el buen sentido ni en la lealtad de la misma para continuar trabajando sin escuchar rumores”. Luego se supo la razón de las desgracias de Diaghileff, provino de su negativa de que le dieran instrucciones acerca de la elección de su repertorio y la distribución de los papeles. Con justa razón solicitaba que los problemas de orden artístico le fueran dejados exclusivamente a él. Pocos supieron cuán duro fue el golpe para él. Casi nadie se dio cuenta de su coraje y de su indomable valentía. El retiro de los subsidios dejaba a la empresa desprovista de recursos pecuniarios y un hombre de otro temple hubiera retrocedido ante los riesgos. En esta hora de crisis el apoyo llega a través de sus amigos de París, la Sra. Eduardo recogió la suscripción del fondo necesario para el ballet del Chatelet. El Chatelet, templo de emociones fáciles, fue conmovido hasta sus cimientos por el tornado que significó aquella primera temporada en París de la compañía rusa. La opera y el ballet se disputaban el escenario, Diaghileff servía de árbitro al partido vencido, recogiendo los bártulos se retiraba con toda dignidad a un rincón apartado. Más se aproximaba la fecha fijada, más difícil parecía que un espectáculo bien ordenado surgiera de ese caos. A pesar de los continuos inconvenientes, de los accesos de cólera y de las injusticias, toda la compañía comprendía que debían trabajar con fervor para triunfar, y así se presentó el ballet ruso en París. La primer noche ofrecieron el “Príncipe Igor”, “El pabellón de Armida” y una serie de danzas denominadas “Festines”; se escribió mucho acerca de esa temporada en París y de aquella premier memorable. En esa velada nació una nueva era. El período más difícil había pasado, ahora el ballet alternaba con la opera en el Chatelet. Uno de los rasgos más sorprendentes de A. Veníos, el decorador, era que no se contentaba con reconstruir una opera sino que la animaba con el poder fantástico de su imaginación, ver sus decorados, figurar en ellos, era reconstruir un pasado olvidado. París fue conquistada con el esplendor bárbaro de los transportes endiablados, por la nostalgia de las llanuras infinitas y por la ingenua espontaneidad rusa.
Diaghileff se felicitó, eran horas de orgullo por la profusión de talentos que había sabido reunir: Chaleapin, Veníos, Bakst, cuyos nombres figuran en todos los labios y cuya frescura y elegante presencia e imperturbable buen humor dominaban el tempestuoso caos de los ensayos.
Fokine se rompía la voz, se mesaba los cabellos y conseguía prodigios., Pavlova, -“la musa del Parnaso ” como la llamó Juan Vandoyer- hizo tan solo una representación figurativa y se fue luego de 2 o 3 representaciones. También la más virtuosa estrella de esa época, Gelltzer, figuraba allí admirado por los adeptos al baile clásico. El sentido exótico había encontrado su expresión suprema en Ida Rubinstein, cuya Cleopatra era inolvidable. Sería largo enumerar, solo se agrega una palabra: Nijinsky, y varios volúmenes no hablarían más que de ese hombre. La temporada del Ballet ruso en París terminó con una fiesta ofrecida al aire libre en el gran jardín de un palacio en la Av. Bois de Boulogne.
Nunca las ropas vaporosas de las Sílfides revistieron una belleza más romántica que en esa noche.

Sobre algunos Ballets representados en París
La primera presentación de “La siesta de un fauno” con Nijinsky, se ofreció en París y provocó un tumulto. El público aplaudió, aulló, silbó, se produjo una querella entre dos palcos, pero dominando el estruendo se oyó una voz que gritaba: “Dejad acabar la función”, Diaghileff se irguió en el fondo de la platea y su intervención calmó la excitación del auditorio y permitió que la función terminara. Nadie entre los artistas se dio cuenta de lo que ofendió tanto al público. “La siesta del fauno” y “La consagración de la primavera” bailadas por Nijinsky se emparentaban tanto como el movimiento puramente realista con las tendencias vanguardistas. Fokine había desarrollado al máximo las posibilidades plásticas haciendo ceder el cuadro rígido en el cual se había iniciado el ballet; su obra era audaz, aunque su idea era la misma que la de sus predecesores. La armonía tradicional y la dureza de las líneas tenían la visión de la Grecia arcaica que Nijinsky evocaba en “La siesta de un fauno” y “La consagración de la primavera”, parecía un desfile, chocaron sus movimientos bruscos y quebrados, que traducían la barbarie de las tribus primitivas. El arcaísmo y la prehistoria inspiraron el modernismo del ballet ruso. En “La consagración de la Primavera” y “La siesta de un fauno” Nijinsky declaró la guerra al romanticismo y dijo adiós a todo lo bonito. En el ballet “Yuyo” ensayó formular una síntesis del siglo XX. Deberíamos fechar el programa en 1930. Nijinsky carecía el don de las ideas netas, y todavía menos podía expresarse en términos claros; si se le hubiese pedido que escribiese un manifiesto para explicar su nueva religión no hubiese podido ni comenzarlo. Durante los ensayos de “Yuyo” no podía conseguir expresar lo que quería de su acompañante y era difícil conseguir expresar o estudiar un papel según el procedimiento mecánico que consistía en imitar los pasos que él mostraba, como debía tener la cabeza vuelta a un lado y permanecer con las manos juntas como si fueran lisiadas. A veces se enojaba con las malas bailarinas, hasta creía que ponían mala fe en obedecerlo, y así siendo los mejores amigos fuera de escena y en la vida corriente, disputaban siempre cuando ensayaban. Con motivo de aquellos dos ballets las querellas con las bailarinas se hicieron más violentas que nunca.
Así es que cuentan una anécdota de él con la Karsavina, que lo acompañaba en uno de sus ballets “como no comprendía nada”, decía de la bailarina, “debía aprender el encadenamiento de los pasos y un día me preguntó: ¿Qué viene luego?”, él le contestó “Deberías saberlo hace mucho”; “entonces devolvedme el papel” dijo indignada. Pero después de dos días de huelga hallo la Karsavina un ramo de flores en su puesto y se reconciliaron por la noche gracias a Diaghileff. Se ignora lo que Debussy pensaba al respecto de la interpretación de su música, solamente se sabe que dijo “¿Por qué?” pero quizás sea solo un invento de las malas lenguas. Generalmente acompañaban al célebre escritor su esposa y su hijita. Era tan cortés, tan amable tan desprovisto de poses y tan inconciente de su importancia, tan sincero en la admiración por el encanto ingenuo de los ballets románticos y tan gentil que su manera de ser producía elogios. En París los artistas del ballet ruso se mezclaban de continuo con personajes famosos. Ravel nada tenía de olímpico y se presentaba fácilmente a ayudar a todos cada vez que se trataba de descifrar las cadencias difíciles de su música. En efecto los escollos eran abundantes, en “Dafnis y Cloe” e una sonoridad suave, clara y limpia como fuente cristalina, pero el poema sinfónico ocultaba dificultades peligrosísimas para el intérprete. En cierta danza de compases seguían un tiempo muy caprichoso con un ritmo cambiable, Fokine estaba entonces con demasiado trabajo para prestar atención, la mañana de la presentación el último acto estaba sin arreglar definitivamente. Entonces Ravel ensayó encarnizadamente detrás de la escena con la primera bailarina hasta que esta pudo seguir la face musical sin tener que sacar el tiempo. Reinaldo Hayen también poseía un gran espíritu. Seguía de muy cerca la puesta en escena de sus ballets, cuando una tormenta estallaba en medio de los ensayos se retiraba prudentemente a un pequeño café situado en los lagos del Chatelet. El primer autor que triunfó algo de los ballets rusos fue Juan Luis Vandoyer. Había adaptado para la escena “El espectro de la rosa” de Teofilo Gauthier, es un ballet hermosísimo, Terpsícore debió bendecir este ballet, pues se le ahorraron las dificultades hasta a las primeras figuras.

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